El hígado en la antigüedad no sólo era estudiado por sus funciones esenciales, si no que era considerado como el asiento de la vida de nuestros antepasados.
Uno de los primeros registros certeros de que el hombre tenía conciencia y conocimiento del hígado, se encuentra en la cultura babilónica. El museo británico alberga la reproducción en barro de un hígado de oveja que data de del siglo II a.C.
Fue encontrado en Sippar, Irak. Se cree que esta escultura de era un modelo didáctico para la enseñanza del arte de la adivinación basada en la observación del hígado, conocido como hepatocospía. Esta práctica se extendió con el tiempo a varios países.
El hígado y la adivinación
La hepatocospía consistía en el análisis de la forma del hígado de animales, principalmente ovejas, con la finalidad de poder tener un augurio.
Sabemos que Alejandro Magno no daba ningún paso sin antes consultar a sus adivinos expertos en hepatocospía, incluso, se dice que este fue el método que predijo su muerte.
Se decía que las marcas o huellas en el órgano eran mensajes de los dioses, y si algún animal sacrificado carecía de algún lóbulo, era tomado como un muy mal presagio o augurio de muerte en algunas ocasiones.
La práctica de la hepatocospía se extendió por varias regiones de Europa y Asía, teniendo particular importancia en Grecia y los pueblos etruscos. Poco a poco la hepatoscopía dejó de ser importante y fue sustituida por otras disciplinas de adivinación en el siglo 11 d.C.