El hígado es uno de los órganos más grandes del cuerpo. Algunas de sus principales funciones es filtrar sustancias dañinas de la sangre, produce bilis que ayuda en la digestión de las grasas y almacena azúcar que el cuerpo usa como energía.
Hay dos tipos de cáncer de hígado primario en adultos: carcinoma hepatocelular y colangiocarcinoma. El carcinoma hepatocelular es el tipo más común de cáncer primario de hígado en adultos.
Su incidencia está aumentando, principalmente en relación con la propagación de la infección por el virus de la hepatitis C (VHC).
El Programa de Vigilancia, Epidemiología y Resultados Finales (SEER) del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, estima que se diagnosticarán 41,260 nuevos casos de cáncer de hígado y de las vías biliares intrahepáticas tan solo en ese país y se espera que unas 30,520 personas mueran de cáncer primario de hígado en adultos en 2022. La tasa de supervivencia relativa a cinco años es solo del 20,8%.
Datos anuales de la Hepatitis B Foundation
El tipo más común de cáncer de hígado es el “cáncer de hígado primario” o carcinoma hepatocelular (HCC). En todo el mundo, el factor de riesgo más común para el cáncer primario de hígado es la infección crónica por el virus de la hepatitis B.
Las infecciones crónicas por hepatitis viral (hepatitis B y hepatitis C) causan alrededor del 80% de todos los cánceres de hígado. Las personas crónicamente infectadas con hepatitis B tienen más probabilidades de desarrollar cáncer de hígado que las personas no infectadas porque el virus ataca directa y repetidamente al hígado.
La obesidad, el consumo excesivo de alcohol, la enfermedad del hígado graso (NAFLD o NASH) y algunos trastornos metabólicos también aumentan el riesgo de cáncer de hígado primario.
Con el tiempo, estos ataques pueden provocar un mayor daño hepático, cirrosis (cicatrización del hígado) y, en última instancia, cáncer de hígado. Las personas con hepatitis B también pueden tener riesgo de cáncer de hígado en ausencia de cirrosis. Aquellos que tienen hepatitis B crónica pueden reducir su riesgo de cáncer de hígado a través de un control médico regular, incluida la vigilancia del cáncer de hígado, tomando un tratamiento antiviral si es necesario y haciendo cambios saludables en el estilo de vida.
¡La mejor manera de prevenir el cáncer de hígado es prevenir la infección por hepatitis B! Por eso es tan importante la vacunación contra la hepatitis B.
Cuando alguien se vacuna para protegerse de la hepatitis B, ¡también está ayudando a prevenir el cáncer de hígado!
Fuentes: aacr.org / hepb.org