Algunas creencias sociales o religiosas pueden condicionar y regular los hábitos alimentarios, los sexuales y las conductas adictivas de las personas.
Según la Revista Electrónica de Psicología Iztacala de la UNAM, se ha observado que la religiosidad puede conducir a:
- Una mejor aceptación del envejecimiento, la enfermedad y el sufrimiento, la esperanza y sentido de trascendencia entre la vida y la muerte.
- Una más elevada autoestima y más baja depresión.
- Satisfacción de vida en pacientes enfermos y un menor número de suicidios.
- Introyectan generalmente a las personas fuerza y valor que les hacen ser optimistas y esperar lo mejor.
Sin embargo, algunas religiones también pueden traer un sentimientos de culpa, miedo, ansiedad y una reducción del control interno sobre sus decisiones de salud, imposibilitando el tratamiento o diagnóstico de enfermedades, como las del hígado, ya que algunas personas viven con afecciones hepáticas por años sin saberlo.
Las orientaciones prohibitivas que caracterizan a algunas doctrinas religiosas pueden incluso evitar algunos tratamientos, como puede ser el trasplante hepático.
Otros estigmas pueden ser creados de manera social, perpetuando mitos peligrosos, desinformación y discriminación. Algunos de los más comunes son:
- El hígado no necesita ayuda porque se regenera solo.
- La cirrosis solo le da a las personas con problemas de alcoholismo.
- La hepatitis no es peligrosa.
- El hígado graso solo perjudica a personas con sobrepeso y obesidad.
- Todos los productos naturales son benéficos para el organismo.
- Los suplementos alimenticios no hacen daño.
- La automedicación ayuda a mejorar la salud.
¡El romper con tabúes de carácter social o religioso puede ayudarte a ser responsable con tu salud!
Recuerda que pequeñas acciones, como el realizarte pruebas de diagnóstico regulares, te puede ayudar a prevenir complicaciones en tu salud general y en la de tu hígado.