El hígado graso no alcohólico (NAFLD) incluye a la esteatosis hepática simple (NAFL) y a la esteatohepatitis no alcohólica (NASH). Esta última puede evolucionar a cirrosis o cáncer hepático.
Por una parte, la prevalencia de NAFLD es del 20 % en la población general dependiendo de los métodos diagnósticos utilizados y la población estudiada, y del 50 al 75 % en diabéticos 1,2. Por otro lado, la prevalencia de DM2 entre los pacientes con NAFLD oscila entre el 30 y el 80 %, claramente superior a la de la población general, según estudios médicos actuales.
La Federación Mexicana de Diabetes, A.C. destaca que diabetes y enfermedad hepática es una peligrosa combinación en ascenso. De igual forma resalta los siguientes problemas sobre estos casos específicos:
- Los pacientes con diabetes tienen dos veces más riesgo de padecer cáncer de hígado.
- La diabetes mellitus puede comprometer la salud hepática. En el sentido inverso, padecer una enfermedad del hígado puede ocasionar el desarrollo de diabetes.
Se ha llevado una larga investigación sobre estas dos vertientes peligrosas, proyectando un estudio que realizamos en la Ciudad de México, el 17 de mayo 2016: el 40% de los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 tienen hígado graso en el país, condición que puede evolucionar a cirrosis y cáncer de hígado; por ello la importancia de conocer y prevenir las complicaciones de salud derivadas de la peligrosa asociación que existe entre la diabetes y las enfermedades del hígado.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud la prevalencia de diabetes en nuestro país es de 10.4%, siendo la segunda causa de mortalidad en todas las edades, al reportar en 2014 cerca de 87 mil muertes en población mayor de 30 años, situación que convierte a esta enfermedad en un verdadero problema de salud nacional.